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Una mujer (Mariam), una historia. Parda, novela de Victoria Viola, que de una manera emotiva y poética orla las efigies narradas, detalladas, permeadas siempre en fragmentos.

El silencio es un abordaje en todo el periplo, se escribe callando.

El refugio acá no es sólo la palabra, es la agudización de enfrentar lo dramático. Ahora bien, la raigambre de Parda es alejarse de esa tierra sin límites, entonces surge un dilema: ¿se llora o no, ante el dolor?, dilema que nos interroga a lo largo del texto.

El relato entronca con una vírgula existencial: el mal, la soledad, la muerte y la oscuridad.

Victoria Viola, tiene el oficio de domeñar las palabras y el ritmo, engendrados a puro tacto y latido.

El tempo se sitúa desde una voz que busca totalizar ciertas experiencias, tal vez huir, pero nunca resignarse a la pulsación, flujo, mar creciente:

 Mariam, me contaste todo con los ojos cerrados. Abrilos, por favor.

 Así se debe de leer Parda, dejándose llevar por la frustración y lindeza, hastío y terneza, exaltación y desdicha, violencia y embeleso, pero siempre bajo ese piélago creciente.

 

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Parda - Victoria Viola

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Una mujer (Mariam), una historia. Parda, novela de Victoria Viola, que de una manera emotiva y poética orla las efigies narradas, detalladas, permeadas siempre en fragmentos.

El silencio es un abordaje en todo el periplo, se escribe callando.

El refugio acá no es sólo la palabra, es la agudización de enfrentar lo dramático. Ahora bien, la raigambre de Parda es alejarse de esa tierra sin límites, entonces surge un dilema: ¿se llora o no, ante el dolor?, dilema que nos interroga a lo largo del texto.

El relato entronca con una vírgula existencial: el mal, la soledad, la muerte y la oscuridad.

Victoria Viola, tiene el oficio de domeñar las palabras y el ritmo, engendrados a puro tacto y latido.

El tempo se sitúa desde una voz que busca totalizar ciertas experiencias, tal vez huir, pero nunca resignarse a la pulsación, flujo, mar creciente:

 Mariam, me contaste todo con los ojos cerrados. Abrilos, por favor.

 Así se debe de leer Parda, dejándose llevar por la frustración y lindeza, hastío y terneza, exaltación y desdicha, violencia y embeleso, pero siempre bajo ese piélago creciente.

 

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