Elegí lo que quieras leer y te lo llevamos a tu casa

Año 2032. 
Cristo Rey está en la penumbra. Pronto cumplirá 2032 años de vida. O, mejor dicho, muerte y resurrección mediante, 1999.
En una habitación, acostado sobre una superficie plana, dura como la de un banco de cemento, a centímetros del suelo, con los pies cruzados uno sobre el otro y los brazos extendidos en ángulo recto, formando una cruz con su propio cuerpo, reflexiona: ¿De qué sirven las doctrinas, si no pueden aplicarse con libertad?; ¿Será el juicio final algo más que una metáfora?; ¿Qué sería de los hombres, después de todo, sin las preguntas?
Esta ficción, que tiene por protagonista a un Cristo terrenal conflictuado con sus amigos —Juan, Marcos, Lucas—, con su esposa Magdalena, con su padre y su madre, y consigo mismo, indaga, a través de una prosa particularmente poética, sobre la existencia humana, su pasado, su presente y su porvenir. Para ello, a partir de un tratamiento puramente literario —que toma la escritura como motivo, guía, herramienta y propósito— de la historia y los relatos judeo-cristianos, propone, por mucho esfuerzo que haga en ceñirlo, un tiempo más allá del tiempo, una atemporalidad que le permite, por ejemplo, recorrer el velorio del Che Guevara y a la vez describir las Bodas de Caná o la icónica pelea entre Ringo Bonavena y Mohamed Ali. 
Las Actas de Cristo es el registro de una voz deseosa de entenderlo todo, que se desboca en el intento, pero que no renuncia, a pesar de saber que la mayoría de sus interrogantes —tan personales como colectivos— nunca encontrarán una respuesta. 

Paula Dorin


Los aires de la Argentina transitan intensamente estas páginas. Dolorosamente. El mensaje no es de odio ni de amor, que solamente pueden ser posibles entre los hombres (y las mujeres). El mensaje es de compasión. Y la compasión no equivale, como vulgarmente se piensa, a la lástima. Compasión es compartir la pasión y esa materia de lo humano, esa fragilidad que es inseparable de su condición. 

Edgardo Mocca

Las Actas de Cristo - Héctor Pitluk

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Cristo Rey está en la penumbra. Pronto cumplirá 2032 años de vida. O, mejor dicho, muerte y resurrección mediante, 1999.
En una habitación, acostado sobre una superficie plana, dura como la de un banco de cemento, a centímetros del suelo, con los pies cruzados uno sobre el otro y los brazos extendidos en ángulo recto, formando una cruz con su propio cuerpo, reflexiona: ¿De qué sirven las doctrinas, si no pueden aplicarse con libertad?; ¿Será el juicio final algo más que una metáfora?; ¿Qué sería de los hombres, después de todo, sin las preguntas?
Esta ficción, que tiene por protagonista a un Cristo terrenal conflictuado con sus amigos —Juan, Marcos, Lucas—, con su esposa Magdalena, con su padre y su madre, y consigo mismo, indaga, a través de una prosa particularmente poética, sobre la existencia humana, su pasado, su presente y su porvenir. Para ello, a partir de un tratamiento puramente literario —que toma la escritura como motivo, guía, herramienta y propósito— de la historia y los relatos judeo-cristianos, propone, por mucho esfuerzo que haga en ceñirlo, un tiempo más allá del tiempo, una atemporalidad que le permite, por ejemplo, recorrer el velorio del Che Guevara y a la vez describir las Bodas de Caná o la icónica pelea entre Ringo Bonavena y Mohamed Ali. 
Las Actas de Cristo es el registro de una voz deseosa de entenderlo todo, que se desboca en el intento, pero que no renuncia, a pesar de saber que la mayoría de sus interrogantes —tan personales como colectivos— nunca encontrarán una respuesta. 

Paula Dorin


Los aires de la Argentina transitan intensamente estas páginas. Dolorosamente. El mensaje no es de odio ni de amor, que solamente pueden ser posibles entre los hombres (y las mujeres). El mensaje es de compasión. Y la compasión no equivale, como vulgarmente se piensa, a la lástima. Compasión es compartir la pasión y esa materia de lo humano, esa fragilidad que es inseparable de su condición. 

Edgardo Mocca