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Dos hermanas vacían los placares de la casa familiar. La acción puede ocurrir en cualquier parte del mundo, pero sucede en el Tigre, en donde la crecida es como el tiempo: viene y va, lleva y trae. Mónica Ávila compone un álbum familiar a la vez que colectivo; la infancia es espejo de la vida de los otros: las hermanas mismas contemplan esos reflejos de una en la otra. 
Como en un policial, a partir de indicios y fotos viejas, se reconstruyen partes omitidas de la historia familiar; las razones de los viajes del abuelo, por ejemplo: a España o, más cerca, a la capital. En la casa había un taller, un bote, una casilla rodante. Una terraza con vestigios de un babilónico jardín. 
 
Antes de volver a su lugar en el arcón, los recuerdos visitados sufren modificaciones porque han modificado a quien recuerda. El presente deriva involuntario en la marea. La plasticidad, el humor, la ficción y los juegos con el sujeto de la enunciación, hacen que la lectura de estas páginas consista en un disfrute. Horizonte de sucesos, primera novela de Mónica Ávila, no será la última. Estamos ante una narradora.
Fernando Garriga
 

La narradora de Horizonte de sucesos tiene algo de Penélope. De día saca los objetos que aún quedan en la casa familiar que va a venderse. Como en La carta robada de Poe, lo recóndito familiar se devela al alcance de la mano.

Por las noches, junto al río, en el Tigre, la narradora desteje meticulosa cada objeto de su historia. Quedan los puntos, sueltos, bellos, terribles. Mónica Ávila escribe como una forma de vaciar y vaciarse.

Cynthia Rimsky

 

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Horizonte de sucesos - Mónica Ávila

$12.702,00
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Dos hermanas vacían los placares de la casa familiar. La acción puede ocurrir en cualquier parte del mundo, pero sucede en el Tigre, en donde la crecida es como el tiempo: viene y va, lleva y trae. Mónica Ávila compone un álbum familiar a la vez que colectivo; la infancia es espejo de la vida de los otros: las hermanas mismas contemplan esos reflejos de una en la otra. 
Como en un policial, a partir de indicios y fotos viejas, se reconstruyen partes omitidas de la historia familiar; las razones de los viajes del abuelo, por ejemplo: a España o, más cerca, a la capital. En la casa había un taller, un bote, una casilla rodante. Una terraza con vestigios de un babilónico jardín. 
 
Antes de volver a su lugar en el arcón, los recuerdos visitados sufren modificaciones porque han modificado a quien recuerda. El presente deriva involuntario en la marea. La plasticidad, el humor, la ficción y los juegos con el sujeto de la enunciación, hacen que la lectura de estas páginas consista en un disfrute. Horizonte de sucesos, primera novela de Mónica Ávila, no será la última. Estamos ante una narradora.
Fernando Garriga
 

La narradora de Horizonte de sucesos tiene algo de Penélope. De día saca los objetos que aún quedan en la casa familiar que va a venderse. Como en La carta robada de Poe, lo recóndito familiar se devela al alcance de la mano.

Por las noches, junto al río, en el Tigre, la narradora desteje meticulosa cada objeto de su historia. Quedan los puntos, sueltos, bellos, terribles. Mónica Ávila escribe como una forma de vaciar y vaciarse.

Cynthia Rimsky

 

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