Elegí lo que quieras leer y te lo llevamos a tu casa

¿Qué es hablar de la gente, los animales y las cosas? Pueden ser varias razones. En el caso de esta obra y, su autora, es una invitación exquisita a que los personajes se expresen, y sean ellos los que reclaman la atención del lector para ser tenidos en cuenta. Patricia Mackinlay se pone de parte de lo minúsculo, con maestría empuña una lupa y logra magnificar detalles, pequeños gestos que a simple vista nos resultan inadvertidos. ¿Volver visible lo invisible y darle voz a cosas que no hablan, no será escribir poesía?

La palabra, en Mackinlay adquiere tres dimensiones: sonora, gráfica y semántica. Tiene un espesor que permite recuperar la sustancia de determinados objetos a través de una prosa poética que construye la consistencia de lo que está presentando.

“Millares de cristalitos blancos como babosas que después se pegarán a mi piel dejándome la marca de su cuerpo, que intentaré borrar bajo el chorro de agua de la bacha. Su melosidad achata todo el universo de sabores, mata lo singular del sabor del café, del té con leche, de cualquier diversidad. En la punta de la mesa, tu computadora y mi carta”.

Este libro es un pentagrama cuidadoso de corcheas y fusas en donde en, Tiros y Casi, florecen melodías.

“En un intento infinito por borrar el casi, no sabe que casi la vida entera son casis que casi nunca llegan. A esa mujer le angustia el casi. Casi casi que desespera. Ayer, esperando la torta, se comió la alacena entera”. 

En este universo no hay jerarquías, nada ni nadie es más importante que el otro. Aquí lo imposible desde un punto de vista lógico, no lo es desde un punto de vista estético. La gente brilla en estas páginas al igual que una ensalada de rúcula y, también, es posible se mimetice con la fragilidad de un grano de azúcar. Cada término vacila en un acantilado y, en ese borde, Mackinlay nos sostiene ante el delirio de ser nada.  Cabe preguntarse entonces, si todo es lo mismo y habrá que decirle al lector que Gente, animales y cosas no le dará ninguna respuesta, es una obra que, con un profundo respeto ofrece, a quien se asome, incompletud. No cierra nada.

 

Al terminar este libro, hay caminos que se abren, —en ello reside uno de sus más valiosos tesoros—, brota el silencio y así se deshilachan viejos axiomas que dejan lugar a una nueva posibilidad, —al margen de lo sabido— quizás menos indiferente, quizás más honesta.

 

Corina Vanda Materazzi

Leé las primeras páginas

 

Gente, animales y cosas - Patricia Mackinlay

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¿Qué es hablar de la gente, los animales y las cosas? Pueden ser varias razones. En el caso de esta obra y, su autora, es una invitación exquisita a que los personajes se expresen, y sean ellos los que reclaman la atención del lector para ser tenidos en cuenta. Patricia Mackinlay se pone de parte de lo minúsculo, con maestría empuña una lupa y logra magnificar detalles, pequeños gestos que a simple vista nos resultan inadvertidos. ¿Volver visible lo invisible y darle voz a cosas que no hablan, no será escribir poesía?

La palabra, en Mackinlay adquiere tres dimensiones: sonora, gráfica y semántica. Tiene un espesor que permite recuperar la sustancia de determinados objetos a través de una prosa poética que construye la consistencia de lo que está presentando.

“Millares de cristalitos blancos como babosas que después se pegarán a mi piel dejándome la marca de su cuerpo, que intentaré borrar bajo el chorro de agua de la bacha. Su melosidad achata todo el universo de sabores, mata lo singular del sabor del café, del té con leche, de cualquier diversidad. En la punta de la mesa, tu computadora y mi carta”.

Este libro es un pentagrama cuidadoso de corcheas y fusas en donde en, Tiros y Casi, florecen melodías.

“En un intento infinito por borrar el casi, no sabe que casi la vida entera son casis que casi nunca llegan. A esa mujer le angustia el casi. Casi casi que desespera. Ayer, esperando la torta, se comió la alacena entera”. 

En este universo no hay jerarquías, nada ni nadie es más importante que el otro. Aquí lo imposible desde un punto de vista lógico, no lo es desde un punto de vista estético. La gente brilla en estas páginas al igual que una ensalada de rúcula y, también, es posible se mimetice con la fragilidad de un grano de azúcar. Cada término vacila en un acantilado y, en ese borde, Mackinlay nos sostiene ante el delirio de ser nada.  Cabe preguntarse entonces, si todo es lo mismo y habrá que decirle al lector que Gente, animales y cosas no le dará ninguna respuesta, es una obra que, con un profundo respeto ofrece, a quien se asome, incompletud. No cierra nada.

 

Al terminar este libro, hay caminos que se abren, —en ello reside uno de sus más valiosos tesoros—, brota el silencio y así se deshilachan viejos axiomas que dejan lugar a una nueva posibilidad, —al margen de lo sabido— quizás menos indiferente, quizás más honesta.

 

Corina Vanda Materazzi

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