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Aunque la autora lo denomine “pequeña novela”, El movimiento continuo -libro de Patricia Odriozola ilustrado por Alejandro Levacov- es una obra plena de contenido e ironía que genera una larga cadena de asociaciones y reflexiones. La calificaría de “novela fragmentaria”: ya en el prefacio, el narrador nos alerta que “ha resuelto evadirse de la mera sucesión de hechos” y que “solo se detendrá en algunos mojones, aquí y allá…”.

Estos mojones, más que simples señales en el camino de la vida del pobre señor Monseñor, son viñetas costumbristas de una sociedad ambiciosa y exitista que impone caminos sin salida disfrazados de canales de ascenso social. A su vez, Alejandro Levacov convierte dichos mojones en mangrullos desde los que el lector puede observar el paisaje social en toda su crueldad. Texto e imágenes se articulan en una narración que fluye sin obstáculos, de a ratos en forma de remanso y en otros de torbellino. Uno de estos remansos, quizás el más dulce, se nos aparece en forma de una especie de zoo de cristal adaptado a la cruda realidad de este personaje. Estoy convencido de que evocar a Tennessee Williams no fue intención de la autora pero, como en la literatura todos los textos están concatenados, la asociación es indefectible.

El tema del anti-héroe no es ajeno a la obra de Patricia Odriozola, y en este libro lo trata en todo su pathos. Al desproveer al personaje de los artilugios típicos que otros autores utilizan para presentar al perdedor como el héroe ignorado, Odriozola y Levacov nos conectan con un señor Monseñor que quiere pero no puede; que insiste en cumplir con un destino heroico que no le pertenece.

Alejandro López Mora

 

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El movimiento continuo - Patricia Odriozola

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Aunque la autora lo denomine “pequeña novela”, El movimiento continuo -libro de Patricia Odriozola ilustrado por Alejandro Levacov- es una obra plena de contenido e ironía que genera una larga cadena de asociaciones y reflexiones. La calificaría de “novela fragmentaria”: ya en el prefacio, el narrador nos alerta que “ha resuelto evadirse de la mera sucesión de hechos” y que “solo se detendrá en algunos mojones, aquí y allá…”.

Estos mojones, más que simples señales en el camino de la vida del pobre señor Monseñor, son viñetas costumbristas de una sociedad ambiciosa y exitista que impone caminos sin salida disfrazados de canales de ascenso social. A su vez, Alejandro Levacov convierte dichos mojones en mangrullos desde los que el lector puede observar el paisaje social en toda su crueldad. Texto e imágenes se articulan en una narración que fluye sin obstáculos, de a ratos en forma de remanso y en otros de torbellino. Uno de estos remansos, quizás el más dulce, se nos aparece en forma de una especie de zoo de cristal adaptado a la cruda realidad de este personaje. Estoy convencido de que evocar a Tennessee Williams no fue intención de la autora pero, como en la literatura todos los textos están concatenados, la asociación es indefectible.

El tema del anti-héroe no es ajeno a la obra de Patricia Odriozola, y en este libro lo trata en todo su pathos. Al desproveer al personaje de los artilugios típicos que otros autores utilizan para presentar al perdedor como el héroe ignorado, Odriozola y Levacov nos conectan con un señor Monseñor que quiere pero no puede; que insiste en cumplir con un destino heroico que no le pertenece.

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