Elegí lo que quieras leer y te lo llevamos a tu casa

Tomás Estigarribia recorre la ciudad en compañía de su amiga Anita, una Buenos Aires opaca, habitada por seres que, como amplificadores de consignas mediáticas, tutelan una realidad afectada de necrosis, mientras agentes gubernamentales recorren las calles, atentos a toda sospechosa excentricidad. Aunque no ha fijado rumbo, Tomás tiene objetivos claros. El primero es político y utópico: concretar una revolución social alterando el lenguaje con la ayuda de un chip cargado con el misterioso software César Vallejo. El segundo objetivo es conquistar a Anita, mujer cercana y esquiva, poseedora de un don sobrenatural, codiciado por el poder.

Tomás es un caballero andante en sentido pleno: persigue dos imposibles, con ardor y candor.

“Ya no se puede hacer la revolución con las armas. La revolución será del lenguaje.” Esa apuesta es la que llevará al protagonista a encarar una conspiración delirante en compañía de personajes oscuros, que brillan con locura propia, siempre amenazados por las estructuras escleróticas de la realidad, cuyos peones, voluntarios o no, buscarán evitar el florecimiento del jardín donde las palabras son el bullicio de la vida en constante mutación.

Las novelas de Cuasnicú, llenas de lirismo, viajan y nos hacen viajar hacia tierras imaginarias en virtud de su lenguaje. En Verrugas Borradoras la que se vuelve fabulosa es la ciudad, un espacio transformado en un tablero de ajedrez, donde las piezas se mueven como al otro lado del espejo.

Ni en la ciencia ficción, ni en el fantástico. No hay género en el que pueda inscribirse esta novela sorprendente, porque su voluntad no es la filiación sino la emancipación, la confianza en la potencia creativa del idioma, que redunda en el vigor, cada vez más contundente, de una voz originalísima en el panorama literario.

 

Ariel Pavón

Verrugas borradoras - Ismael Cuasnicú

$18.000,00
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Tomás Estigarribia recorre la ciudad en compañía de su amiga Anita, una Buenos Aires opaca, habitada por seres que, como amplificadores de consignas mediáticas, tutelan una realidad afectada de necrosis, mientras agentes gubernamentales recorren las calles, atentos a toda sospechosa excentricidad. Aunque no ha fijado rumbo, Tomás tiene objetivos claros. El primero es político y utópico: concretar una revolución social alterando el lenguaje con la ayuda de un chip cargado con el misterioso software César Vallejo. El segundo objetivo es conquistar a Anita, mujer cercana y esquiva, poseedora de un don sobrenatural, codiciado por el poder.

Tomás es un caballero andante en sentido pleno: persigue dos imposibles, con ardor y candor.

“Ya no se puede hacer la revolución con las armas. La revolución será del lenguaje.” Esa apuesta es la que llevará al protagonista a encarar una conspiración delirante en compañía de personajes oscuros, que brillan con locura propia, siempre amenazados por las estructuras escleróticas de la realidad, cuyos peones, voluntarios o no, buscarán evitar el florecimiento del jardín donde las palabras son el bullicio de la vida en constante mutación.

Las novelas de Cuasnicú, llenas de lirismo, viajan y nos hacen viajar hacia tierras imaginarias en virtud de su lenguaje. En Verrugas Borradoras la que se vuelve fabulosa es la ciudad, un espacio transformado en un tablero de ajedrez, donde las piezas se mueven como al otro lado del espejo.

Ni en la ciencia ficción, ni en el fantástico. No hay género en el que pueda inscribirse esta novela sorprendente, porque su voluntad no es la filiación sino la emancipación, la confianza en la potencia creativa del idioma, que redunda en el vigor, cada vez más contundente, de una voz originalísima en el panorama literario.

 

Ariel Pavón